He tenido el blog un tanto descuidado, pero es que el tiempo no da para más y mi mente tampoco, seamos realistas. En un principio iba a escribir mi punto de vista, que no crítica, del estreno de Angel Corella y su Ballet, pero al salir a la calle esta mañana y ver los estragos realizados por el viento durante la noche, he cambiado de opinión y lo he pospuesto.
No solo tenía dificultad para andar por la resistencia que el aire ejercía sobre mi cuerpo, sino que motos y “containers” estaban volcados y fuera de sitio y hasta algunos tenían vida propia y corrían calle abajo como si de un “sprint” se tratara. Macetas gigantes tumbadas en el suelo, marquesinas arrancadas, cristales de no sé donde esparcidos por todas partes y las jardineras con geranios de los balcones yacían rotas en la acera.
Un particular mini-tornado que se movía de forma caprichosa en mitad del polvo de un solar en obras, creaba un curioso espejismo que te transportaba a una tormenta de arena del desierto. Las grúas, hierros peligrosos a merced del viento, habían caído creando destrozos.
En la Diagonal (vivo en Barcelona) algunas palmeras habían sido arrancadas cayendo una de ellas encima de un taxi.
A la vuelta, una farola doblada e inclinada por el vendaval, nos amenazaba a peatones y a coches.
Tan solo unas ráfagas de viento de entre 110-130 km/h han sido las causantes de esto y mucho más, cobrándose incluso vidas entre los niños.
En Galícia, Cantabria y Euskadi, ha sido peor con olas ¡de hasta 20 metros!
No puedo ni imaginarme que sentimientos y sensaciones tendrían todos los que sufrieron huracanes, ciclones, tornados...
Miedo, alarma, desamparo, temor, impotencia, desasosiego........ No quisiera experimentarlo nunca.
Todavía seguimos en alerta y el viento, aunque ahora en menor medida, sigue advirtiéndonos con ráfagas menos fuertes.
A veces la naturaleza nos recuerda que no somos infalibles ni tenemos el control de todo, por mucho que nos empeñemos en demostrar lo contrario.